lunes, 24 de octubre de 2011

En la plaza de Santa Ana-Granada.-Por Ignacio Bellido



Plaza de Santa Ana, sobre el vuelo de los estorninos que acuden a su noche.
En este entorno de árboles y aguas de redención, se diluye la identidad para aceptar una escala de infinitas rutas sobre el sentimiento.
Algunas hojas de los castaños,
pugnan por elevarse hasta las nubes, buscando su armonía,
y la luz se marchita, permitiendo que el cuerpo descanse y todo el conjunto
que me rodea, es una entonación.
No hay pérdida. No hay deseo. Ni tampoco el tiempo muestra su
pretensión de ruta.
El camino aún conserva vestigios de morada, y puede acoger
el pensamiento definitivo, donde se deposita la densidad de los años, y recuerda los tiempos cuando el torrente y la oración, formaban un conjunto, y las manos
de entrega mostraban la verdadera ofrenda.
Sigo junto a la fuente en una espera innecesaria y la pleamar se condensa en los árboles para formar un sostenido de plegaria.
Alguien me observa desde la terraza de un café, y hay un clamor de tierra que se despoja de andaduras impropias, para formar conmigo el rombo deseado, donde se inscriben de nuevo un alfabeto, que hace tiempo se detuvo, cuando el iluminado tuvo la osadía de pronunciar el nombre de Dios.
Y desde mi cuerpo busco la cripta junto a un arbusto que me ofrece la continuidad.

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