martes, 8 de noviembre de 2011

KOUZGOUNDJOUK.- Por Nazim Hokmet

I. KOUZGOUNDJOUK

 Cuando se trabaja en Beykoz, 
 uno debería vivir allí.
 Per Kouzgoundjouk es un lugar encantador,
 y la dueña de la pensión
 y su hija Raquel
 preparan una confitura de rosas admirable...

 En el marco del espejo, una tarjeta postal:
 el paisaje de la ciudad de Niza,
 una silla, una cama, una consola...
 Las ventanas daban sobre el mar...
 Al sol, en el cielo raso, los reflejos del agua,
 y durante la noche pasaban sombríos buques de carga
 que se alejaban,
 dejando a usted solo y desarmado...

 El cuarto de Sélime era espacioso y claro.

 En el baldío terreno contiguo
 pañoletas estampadas se secaban, rojas, al sol.
 A la derecha
 la quinta de Djevdet Pachá.
 En la quinta, un pavo real
 y la señora Mebrouré.
 Vestida con ropaje de tafetán,
 la señora Mebrouré era muy vieja
 y sus ojos azules ya no veían más.
 La señora Mebrouré confeccionaba encajes,
 despertaba, elaboraba una rosa blanca,
 volvía a dormirse, y la rosa se deshacía...
 En la quinta de pasión Djevdet Pachá,
 la señora Mebrouré
 era bella y muy olvidada...

 Cuando se trabaja en Beykoz,
 uno debería vivir allí.
 Pero Kouzgoundjouk es un lugar encantador,
 y Sélime escuchaba ahí al atardecer
 los gritos de los niños,
 que, desnudos como peces sin escamas,
 se arrojaban del terreno baldío donde secaban
 pañoletas
 a la conquista del mundo...


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