- Recuerdo cuando te invité a conocer
el Zoológico de Philadelphia;
hiciste una sonrisa y murmuraste: "¿Tucán?"
Descubrí entonces que esa era
tu palabra favorita
desde que tu abuela te mandó
una tarjeta con un tucán pintado,
llena de cariño y palabras lindas.
Llegamos a las jaulas. Visitamos el gorila.
Me volviste a ver y gorgogeaste: "¡Tucán!"
Observamos el tigre blanco
estampado de barrotes negros.
"¡Tucán!" salió de tus labios
y como una campana
"¡Tucán!" otra vez.
y la jirafa grácil y el oso polar
"¡Tucán! ¡Tucán!"
y los elefantes monstruosos
y las tortugas gigantes
"¡Tucán! ¡Tucán! ¡Tucán!"
y la cebra, el mandril, la culebra
"¡Tucán!" dulcemente,
"¡Tucán!" impaciente, "¡Tucán!" siempre.
Al fin llegamos al pabellón de los pájaros
y entramos con tu ilusión. Ahí estaba
en colorido vibrante, pico descomunal,
majestuoso y ridículo al mismo tiempo.
Te quedaste muda, en silencio sobrecogedor
que resonó en mis oídos
como todas las campanas del mundo.
Newark, Delaware, febrero 1989
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