Desde nuestros primeros abrazos he comprendido

Que tu amor desértico
Sólo me aportaría insolación
y ahora
he descubierto en ti la amargura:
tu cuerpo árido
la maleza de tus axilas
−como si la depilación no existiese−
tu senos insuficientes,
me disculpo, señora,
a la manera de un gentleman:
no me plantaré en ti
no soy una palmera.
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