Rocas y balas en los filos del hambre (duerme
la noche sobre silencio blanco). A mi boca los malos alientos de una moneda.
Irónica la luna enroscada, cual cascabel en saco de algodón.
Calle, árboles, largos pasos en mis ojos; el
viento como animalillo blando mordiendo elípticos cristales de espera. Túnel,
agujero deformado para espectros (embrión, tálamo bisiesto de oscura cofradía).
Lágrima la vida manchada de invierno. Un
bostezo hace de bestia icónica, cruza desde la nuca, inmerso en comisuras del
apagado cigarrillo.
Aprieto mis dientes, camino sin ti desde la
madruga remota. Solo un despojo sostiene la sombra, solo la sombra desposa la
camisa. Solo es la camisa en la helada piel transeúnte.
¿Quién querrá una postal en equivalente
discurrir de inutilidades? ¿Quién pregonará la íntima sustancia de un réquiem (amorfa
médula perecedera)?
Tropieza la mano en mis bolsillos. Lamentos recurrentes
buscan andamio en las cerraduras y envoltorios circundantes (alguien toce tras
las cortinas que son los espinos de la infancia).
Apunto al corazón de las granjas, corre la voz
de un holocausto. Ardillas o mapaches, quizás ratas, cruzan mi camino, corren.
No hay comentarios:
Publicar un comentario