No debo de odiar a nadie! No debo de odiar a nadie. No debo de odiar a nadie! ... uuunnnn! Uuunnn! Uuunn!
No debo de querer romperle el cocote al hp! No debo de querer romperle el cocote al hp! No debo... no debo!...
Llueve y la madrugada es ajena a los dolores de mi cuerpo. Llueve y las cuatro AM filtra la heladera de su aliento por la hendida abolladura de la puerta.
Llueve y luego del baño, de poner el café, de preparar los feferes del trabajo, salgo corriendo a la calle, sombrilla en mano, mochila de pescador, para caminar los ocho bloques que a diario desando hasta la estación de buses en Woodhaven ave.
Llueve y ya el jodido bus está más atestado que una lata de sardinas. Luz en rojo y yo al otro lado de los cuatro carriles, desesperado por cruzar, alcanzarlo, siquiera ponérmele al frente y rogar que siquiera me abra la puerta trasera para colarme dentro y... (así sucede).
Ya dentro, sombrilla, mochila, brazos y demás cosa encocadas entre las piernas, me acomodo sobre los juanetes de una vieja polaca la cual pega un grito y me maldice en las tres puñeteras palabras que conoce en inglés.
Pido disculpas mientras le doy un codazo a un mejicanito de insoportable olor a tequila que de alguna manera puso sus manos en el bolsillo donde cargo mi cartera. El mejicanito brinca y a su vez encuentra nicho sobre un moreno al que le faltan algunos peloteros en la boca. El moreno le recuerda la madre al frustrado ladronzuelo.
Pasa una parada, dos, la tercera. Cada vez suben más y más individuos de todas las edades, de todos los credos, tamaños, géneros. Es Queens, estoy en Queens. La falta de higiene de algunos me obligan a respirar sulfúricos alientos y podredumbre.
Me muevo más a dentro. Ya he alcanzado la fila trasera del pasillo. Con otro frenazo de seguro me meto en el motor de la guagua. Muy seguro que en el bus vamos más de cien personas, eso pienso.
"Please move out of rear door" repite la grabación por los alto parlantes. "Please move out of the rear door" constantemente, sistemáticamente, cada maldito segundo.
Y el cabron aquel, con sus headphone, moviendo la cabeza, impasible, atento a él, a la madre que lo parió, a que yo no podía cogerlo por el cocote, seguía recostado de la puerta, sin importar que el resto de las sardinas ya estuviesen gritándole "hijo de puta" en más de veinte lenguas.
Muévase dentro, decían algunos. Muévase a la izquierda, decía el conductor. Muévase coñazo, le gritaba un dominicano en el frente de la guagua.
Y yo allí, pensando en lo fácil que uno pierde la razón. Que uno quiere matar a alguien. Que se lee en la noticia el cómo y cuándo suceden los linchamientos...
Y el jodio "please, move out of the rear door" desbordando el vasito de la cordura. Mientras el tipo, quitándose uno de sus auriculares le responde a todos que él no se va a colocar entre dos hombres. Que es muy macho, que al que le incomode la repetición se ponga audífonos como el lo hace...
Te voy a romper la madre! Le gritaron de alguna parte. Te la voy a chingar cabron!
Y así, hasta el arribar a la estación del tren donde hago transfer, y el tipo, siempre de Hp, se ve obligado a bajar para que la gente salga, recibiendo toda clase de insultos, malas palabras, aqueroseos de aquellos que tenemos la suerte de escapar otra vez a la primera trampa del día!
Uuunnn! No debo de querer matar a nadie! Uuunnn! No debo... no debo...
Pero el mantra pacifista parece no surtir efectos en mañanas como estás, donde no deja de llover y uno ya anda más que jarto de ser un mendigo jornalero!
jueves, 6 de abril de 2017
Uuunnn!.-Por Jimmy Valdez-Osaku
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario