Las frecuencias de onda
que nos conducen y filtran
- invisibles veredas-
el dónde
el cuándo
el con quién
se alimentan de algún éter superior
en un sabio enjambre de algo
indescriptible
pero con olor a retina limpia
a beso de cuerpo luminar
en su inescrutable sabiduría
nos posicionan y detienen en el lugar exacto
en la situación perfecta
para la confluencia de los afines
en comunión de átomos.
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