Ocurre que es mucho el sentir y mucha la desesperanza. Muchas las preguntas y vanas las respuestas.
Ocurre que la realidad es la ballesta con su punta en nuestro pecho y la altura del paredón a nuestras espaldas.
Ocurre que no hay mañana, que todo se define en el ahora, en directo,
sin comerciales. Ocurre que cada amenaza es de muerte y cada acción
conduce al patíbulo, a los campos de concentración, a los trenes
cargados de harapos, de rotas piltrafas humanas; nosotros.
Ocurre que el cielo es negro y la tormenta, la tormenta apenas salpica
de acidez y herrumbre la piel desnuda del hombre, sus logros.
Ocurre que cada mordida, cada empellón, culatazo, escupitajo en el
rostro vendrá de un hermano vestido de máquina, con mandato asesino,
con orden de muerte.
Ocurre que nada les detiene, que nada les importa, les causa miedo.
Ellos, cúspide y poder, arrasarán con cualquier conato de dignidad,
arrojo, resistencia (siempre vistiendo el color naranja del napalm, bajo
el nombre de dios y sus corporaciones, cueste lo que cueste, destruyan
lo que destruyan).
Cuesta comprender semejante podredumbre, desafectos, egolatría (imaginar
por ejemplo, el atril desollado de los búfalos en los paisajes de las
Dakotas).
Balas que matan una y otra vez los sueños del reverendo. Un Lincoln mil
veces ensangrentado en los teatros del presente. La grisácea
gelatinanidad de una cabeza sobre los abrigos a media manga de
cualquier Jackie.
Es la pared, el muro, el otro Reich…
Ocurre, si, ahora, que la historia se repite y quizás, en cualquier
sótano, ático, ciudad ocupada, una Annelies Marie Frank, de origen
mejicano se esté preguntando el porqué de tanta maldad, codicia,
infierno. ..
Entonces, partisano, nada que perder! Nada!...
Impresionante como poema e impresionante como clarividencia y solidaridad.Ignacio
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