Con la mochila al hombro, repleta de temores,
atravieso el umbral del alma mía.
Se queda atrás el Sol, un cielo puro,
montañas azuladas, de altas y níveas cumbres
y, aquí cerca, los prados florecidos
de mi remota juventud ardiente.
Pero ahora, en el otoño de mi vida,
el miedo me atenaza el corazón,
siento como un vacío en las entrañas,
me cuesta respirar,
me asfixia la humedad de la caverna,
me asustan los sonidos guturales
que vienen de lo hondo.
conturbando mi espíritu
Mas se cerró el portón y no hay modo de abrirlo.
Sólo me resta huir hacia delante;
aprieto el cinturón, los pocos dientes
y los cordeles de mis raídas botas
y, a tientas, voy bajando al precipicio,
me integro en la negrura
en donde, agazapado, me aguarda Lucifer...
De “Paisajes interiores”
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